La industria social
El sector Textil y Confecciones sigue siendo en el Perú la primera industria en aporte de puestos de trabajo digno y formal.
No es una casualidad que el Perú exporte cinco veces más prendas de vestir que Brasil y veinticinco veces más que Argentina. Tampoco es una coincidencia que el Perú tenga tres de las mejores fibras naturales que existen en el mundo para la confección de prendas de vestir.
Sí, en el Perú tenemos las fibras de vicuña y de alpaca para la fabricación de sweaters y abrigos en tela plana, así como el famoso algodón Pima para la fabricación de las mejores prendas de vestir, tanto para hombres como para mujeres y niños.
La industria Textil y Confecciones, en el Perú, tiene más de 5 000 años de antigüedad. Es una tradición de las antiguas culturas que conforman el Perú de hoy. Culturas que lograron confeccionar finísimos textiles que además de ser usados para el vestido, también fueron empleados para ofrendas religiosas, al cubrir los cuerpos momificados de la más alta casta social. Esa clase social privilegiada tenía acceso a técnicas y a simbolismos que controlaban el proceso de confección detalladamente, logrando hacer de los textiles un medio de comunicación y de herencia.
Se han hallado tapices con diseños abstractos que tienen 16 urdimbres y 112 hilos de trama por centímetro, mientras que los textiles más finos de Europa Medieval no pasaban de 36 hilos de trama por centímetro. Asimismo, en la fibra de alpaca se pueden hallar hasta 22 colores distintos en forma natural, logrando formar con ellos una infinidad de gamas y tonalidades. Los tintes eran preparados por los “expertos” del Imperio Incaico, a quienes se les conocía como los Tanti Camayoc, es decir, los “indios que hacían colores de hierbas”.
En la gran variedad de textiles se dieron dos grandes tipos: las telas finas, llamadas “Cumpi”, tejidas con fibra de alpaca y de vicuña; y las burdas, tejidas con lana de llama, usada por la gente común del Imperio. Poco a poco, el alto grado de desarrollo de la industria textil se fue perfeccionando y ampliando a otras clases sociales. Toda vez que esta actividad era -y sigue siendo– de alta concentración de mano de obra, los pueblos pudieron avanzar económicamente.
Impacto económico
Hoy en día, la industria Textil y Confecciones sigue siendo en el Perú la primera industria en aporte de puestos de trabajo digno y formal. Inclusive logra crear puestos de trabajo sin que haya que desplazarse, necesariamente, hasta un centro fabril. Es el caso de las mujeres que bordan manualmente o aquellas que realizan aplicaciones y manualidades en las prendas de vestir en sus propios hogares y en los clubes de madres que apoyan el sostenimiento económico de las comunidades.
El sector confecciones representa el 38% de la población económicamente activa (PEA) industrial del país. Exporta más de 1 800 millones de dólares y el producto bruto interno, en el segmento del mercado local, es de 1 200 millones de dólares.
El sector Confecciones de Exportación viene creciendo a niveles promedio superiores al 15% desde hace veinte años. Más aún, en 2002, con la implementación del ATPDEA (Andean Trade Preferences Drug Erradication Act) por parte de los Estados Unidos, nuestras exportaciones de prendas de vestir lograron dar un “salto” importante, consistente y constante en el tiempo. Es así que nuestras exportaciones pasaron de 437 millones de dólares en 2002 a 1 375 millones de dólares en 2007, lo que representa un crecimiento de 215% en cinco años.
Adicionalmente, Venezuela se ha consolidado en el segundo país de destino de las exportaciones de prendas de vestir, llegando a ser, al 31 de agosto de este año, el 31% del total de las exportaciones, con un valor FOB de 327 millones de dólares.
El precio promedio de prenda de vestir, también ha venido creciendo en los últimos cinco años. Hoy podemos ver que en la comparación del periodo al 31 de agosto del 2007 (con un valor FOB de 791 millones de dólares y un precio promedio de 5.38 dólares por prenda) versus el periodo al 31 de agosto del 2008 (con un valor FOB de US$ 1 049 millones y un precio promedio de 6.40 dólares), nuestros valores FOB han crecido un 33% con un precio promedio de 19%. Estos valores demuestran que nuestra “Experiencia Ancestral” está siendo validada por las mujeres y hombres del Perú, que hoy están trabajando en este gran sector.
Mercados
En la práctica, los Textiles y Confecciones tiene dos caminos: la exportación y el mercado local. Sin embargo, cuando hablamos del mercado local, no podemos –lamentablemente- exponer los mismos números de crecimiento. Deberíamos haber crecido en nuestro abastecimiento interno en la misma proporción e, incluso, más que en la proporción dedicada a las exportaciones. Un país solamente podrá ser gran exportador cuando su mercado interno sea fuerte y sólido. Cuando le permita absorber los costos que genera “la curva de aprendizaje”. Todos sabemos que existen dos cosas fundamentales que no pueden ser exportadas: impuestos e ineficiencias.
El mercado interno es aquel lugar donde nos “capacitamos” para exportar, donde presentamos nuestros productos para la aprobación final del gran juez, que es el cliente. Es aquel lugar donde vamos “aprendiendo” los tiempos, las obligaciones, los detalles. Es aquel lugar donde pagamos nuestros primeros errores, donde conocemos los tiempos estándares de cada prenda confeccionada, donde tenemos que aceptar que el día de despacho es el jueves 14, que no es lo mismo que el lunes 18, por ejemplo.
Es en el mercado local donde podemos ser creativos en nuestros diseños, agresivos con nuestras propias marcas y donde conocemos la rentabilidad de nuestro producto. Pero cuando ese mercado local no ha sido debidamente defendido si no, más bien, entregado a terceros países, se torna mucho más difícil consolidar el crecimiento necesario para continuar con el desarrollo del sector, que es la industria social del país.
Si analizamos la cadena de valor Agro -Textil – Confecciones – Retail, veremos que para darle valor agregado al algodón en rama, tenemos que desmotarlo. Luego, para darle valor agregado a la fibra, tenemos que hilarla. Posteriormente, para darle valor agregado a nuestro hilado, debemos tejerlo. Cuando tenemos la tela en crudo, le damos valor agregado tiñéndola y acabándola. La tela acabada recibe valor agregado cuando se convierte en prenda de vestir. A esta prenda se le da valor agregado con la marca. Finalmente, a la marca se le da valor agregado con la tienda, es decir, llegando al consumidor final con un punto de venta propio.
Esta gran cadena debería ser considerada como “la-cadena-de-valor-estratégico-para-la-creación-de-empleo”. No todos los países tienen la ventaja diferencial que tiene el Perú para lograr completar esta cadena. Algunos países son grandes diseñadores, otros grandes fabricantes y algunos otros son los propietarios de las marcas. Pero, verdaderamente, nuestra ventaja diferencial, basada en nuestro ancestro y en la calidad de fibras, nos ofrece la gran posibilidad de llegar a ser mucho más grandes de lo que hoy en día somos.